Derivas del teatro contemporáneo. Las prácticas de hoy.

Por Diego Leandro Marín Ossa Docente de la Universidad Tecnológica de Pereira.
Parece que a lo largo del siglo XX se erosionaron los cimientos de la Cultura, la Historia y el Hombre como conceptos y significados de un pensamiento único, que a golpe de razones trata de imponerse aún, por vía de las armas y los más aterradores medios de violencia simbólica y física. Sin embargo los indicios de esa compleja naturaleza humana que se manifiesta en las tensiones sociales de todas las épocas, nos obliga a mirar de múltiples formas, a interpretar las acciones, las palabras y los gestos de diversas maneras, asunto que se puede rastrear en las versiones de historia que se han construido tanto a través de los medios y soportes orales, como escritos, visuales y audiovisuales. Pero tal transformación obliga la reflexión, ayer como hoy acerca de los lenguajes, las artes, las ciencias y las religiones, sus derivas y la necesidad de asir verdades provisionales para los hacedores de un presente que cada vez más necesita de las resonancias del pasado, para destruir los ídolos del futuro o para instaurar los nuevos mitos que soporten la existencia, en tiempos y espacios intersubjetivos. Formas de ser y estar en el mundo o por fuera de él. En este sentido quiero hablar del teatro como una forma de expresión y comunicación que permanece viva, y desde la cual se convulsiona el espíritu de lo humano y lo divino en esa maravillosa simbiosis de lo sacro y lo profano. Para ello he reflexionado acerca del oficio del actor y del director de teatro quienes a comienzos del siglo XXI, acuden a formas escénicas que se constituyen en indicios de una época signada por la incomunicación y la dificultad de comprensión en todo ámbito. En este punto me parece necesario señalar que el teatro del siglo XX ha encontrado en su devenir, las formas de presentar y representar lo real e imaginario en nuestra época, de una manera tan particular que hoy rebasa los géneros y formatos a través de los que se expresa, tanto como los lugares tradicionales utilizados para su comunicación. De igual modo a través del siglo pasado rompe la concepción logocéntrica que lo enmarcó en la literatura, asunto que permitió aportes mutuos entre las narrativas literaria y escénica por mencionar un caso, pero que también sesgó la mirada de los espectadores, empresarios del espectáculo y críticos de arte que hasta cierto punto consideraron como menores, expresiones del teatro popular tan valiosas como vitales para el teatro de hoy. De igual modo el arte dramático se está liberando de las taxonomías diseñadas al interior de las academias de orientación racionalista, que lo clasificaron como parte de las artes escénicas, representativas en otros casos, del espectáculo o incluso como un área de las artes visuales, nutriendo las formas de expresión en diversas áreas artísticas pero también subordinando el desarrollo teatral, de manera que en muchos casos se ha convertido en apéndice de todas las artes y medios de comunicación que lo han instrumentalizado. Como podemos ver las formas del teatro también han enriquecido al cine, la televisión, las vanguardias de comienzo y fin del siglo XX, e incluso ha sido utilizado como instrumento didáctico en la política, la religión y la pedagogía, para llegar de manera masiva o personal a la población en la búsqueda por influir en sus percepciones y conducirlos a las acciones determinadas por cualquiera de estas fuentes de poder. Por otra parte, luego de que los críticos del arte rotularan las formas del teatro con los apelativos de teatro naturalista, realista, comercial, político, del absurdo entre tantos, de paso iban definiendo la línea que se supone marca la evolución del arte dramático de origen primitivo, del período clásico, de la edad media, moderno, de la ilustración, isabelino, del siglo de oro español, de la comedia francesa, la comedia italiana, o el nuevo teatro latinoamericano. Y por otra parte en tal definición de sus fronteras y universales se le ha asignado espacios a cada forma teatral: de calle, de sala, para títeres, juvenil, de arena, circular etc. Pese a esto, es preciso recordar la máxima de los hacedores del teatro: un actor y un espectador son suficientes para que el arte dramático sea un hecho. Hoy, cuando se habla de la disolución de las ciencias en sus postulados teóricos universales, los límites borrosos entre géneros y formatos tanto en medios de comunicación como en las artes, o de las estéticas expandidas, débiles, las investigaciones de frontera, el objeto de la obra de arte o la obra como objeto. También se dice que todo lleva implícita una representación de aquel recorte de realidad que cada uno de nosotros construimos y protagonizamos, cuando se dice que la puesta en escena opera en toda acción comunicativa humana. En este momento, quiero dejar abierta la discusión, proponiendo siete posibilidades para pensar lo que hoy podemos decir es el teatro como experiencia personal y colectiva o como medio de expresión y comunicación. El teatro hoy se concibe como:
  • Un fenómeno de minorías o colectivos de creadores que resisten ante los poderes reales a partir del trabajo comunitario y quienes privilegian la invención a través de la depuración de su oficio. Su práctica es una acción política y estética de renovación permanente.
  • Un proceso de industria cultural que determina los temas y las formas de producción, circulación y consumo de los montajes, sus directores, los dramaturgos y los actores dedicados a esta labor. Su práctica está determinada por la producción y realización en el mercado, del espectáculo como mercancía.
  • Una serie de experimentos que provienen de las tensiones propias de los primeros y los segundos que defienden su acontecer “a la deriva”, y quienes exploran nuevas formas, evitan o por el contrario buscan asidero en los referentes históricos del teatro, la cultura y las artes en general. Su práctica es hermenéutica y sus alcances rizomáticos. Son lobos esteparios.
  • Una serie de “fósiles” representados a la manera de espacios arquitectónicos que se han convertido o no en patrimonio cultural, críticos, directores, actores y dramaturgos que han perdido el centro de atracción de sus adeptos y un sector de críticos y gestores de arte y cultura quienes hacen lo posible por sostener las bases del teatro, a partir de la devoción y el culto de autor, agrupación, director, actor o dramaturgo. Sus prácticas son disciplinadas, con un espíritu de convicción inclaudicable hacia el estudio del arte y la naturaleza humana, pero radicales, conservadores e incluso fundamentalistas.
  • Una serie de grupos o colectivos que se especializan alrededor de un público, convirtiéndolo en una elite formada para la lectura de sus obras. Sus prácticas son con frecuencia un rico experimento de dramaturgia con el público, cuando no se convierten en una actividad cíclica y estéril de mutuo elogio y concesiones entre público y artistas.
  • Una serie de dramaturgias que encuentran intérpretes en diversas latitudes, a través de las tecnologías de la información y la comunicación. Sus prácticas son la indagación permanente de diversas fuentes escénicas, cuando no se convierten en la demagogia del “todo vale” a si sea irrepresentable.
  • Una de las tantas posibilidades para que los colectivos poco visibles por la sociedad en los entornos de lo público y que emergen hoy con una actitud política renovada, se apropien de lenguajes escénicos, exploren sus propias temáticas de interés, interpreten los eternos conflictos humanos en escena, localicen en su entorno particular los personajes universales del teatro de todos los tiempos y se cohesionen al menos de manera provisional a través de la expresión y los actos creativos.
Sus prácticas son “la deriva total”, la búsqueda permanente de asideros, la actividad escénica sin pretensiones de profesionalizarse en el tema. Es decir que hoy el teatro se concibe como resistencia cultural, alternativa expresiva, deriva estética, acción política, mercancía, patrimonio inmueble, patrimonio literario, forma de agrupación identitaria, elite, diálogo intersubjetivo de relatos, exploración de narrativas y experimento. Esta es la mirada que tengo sobre las prácticas del arte dramático hoy, queda abierta la discusión.
Fragmento de la ponencia presentada al I Foro Internacional de los Pensamientos Sociales y Filosóficos Contemporáneos realizado en el año 2008, por la Escuela de Filosofía de la Universidad Tecnológica de Pereira.

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