Diego
Leandro Marín Ossa*
Una de las afirmaciones más temerarias que semanas atrás,
en medio del paro de estudiantes, lanzó la Ministra de Educación María Fernanda
Campo, fue cuando aseguró que el proyecto de reforma había que leerlo bien y
completo. Y ocurre que en las audiencias públicas realizadas en el Congreso,
las disertaciones tanto de estudiantes como de docentes han demostrado que la
tarea que dejó la Ministra hace un tiempo está hecha.
Pero además semejante aseveración se convirtió en un reto
que motivó a nivel nacional una creciente apropiación discursiva del proyecto
por parte de amplios sectores de las comunidades académicas, y llenó de más
contenido el proceso de paro estudiantil y las variadas formas de neo protesta.
Esto apenas sería un asunto anecdótico, de no ser porque
en las intervenciones protagonizadas por docentes y estudiantes, que no pasaban
de treinta minutos, se puso en evidencia la capacidad de interpretar,
competencia que sin duda será cada vez más escaza en caso de aprobarse dicho proyecto
tal y como está.
De todo lo que se dijo se trataron varios asuntos que
llaman la atención: lo primero es que sin duda alguna la ley va dirigida a
ampliar la cobertura, pero desde una idea: que educación superior no sólo es la
que ofrecen la universidades sino también lo que hoy en día ofrecen fundaciones,
corporaciones, asociaciones e institutos técnicos por ejemplo, y que con la
reforma harían parte del Sistema de Educación Superior.
En ese sentido se pretende ofrecer la idea que educarse a
nivel superior no implica ser profesional, sino también ser técnico o tecnólogo.
En ese orden de ideas dijo el Viceministro de educación en Contravía TV, que el
país no necesita hacer de toda la gente educada, profesionales, y menos aún
posgraduados, lo que traduce que se ampliará el margen de técnicos y tecnólogos,
lo cual es importante, de no ser porque si se estudia con detalle el proceso
crediticio que ofrece el proyecto, se hará más difícil graduarse como profesional
e incluso formarse como magister o doctor. Y aunque esto ya sucede en nuestro
país, se legitimará tal modelo pero en un nuevo orden en el que estudiar con
calidad depende de la capacidad de pago del estudiante y su familia.
Pero no termina ahí el asunto, lo segundo que llama la
atención es que las fundaciones, corporaciones, asociaciones e institutos, además
de las universidades, entran a denominarse Instituciones de Educación Superior o
IES, para lo cual el proyecto de reforma distingue entre instituciones privadas,
mixtas y públicas que entrarían en una lógica de asignación de recursos si se
sostienen en su denominación. Es decir que si son evaluadas de manera positiva
por organismos gubernamentales, reciben un presupuesto adecuado a los
resultados, y esto no es otra cosa que someter a las IES a las dinámicas de la sociedad
del rendimiento, ni siquiera se trata de articularlas a la sociedad del
conocimiento por la cual se supone se están haciendo estas modificaciones.
Y he aquí un agujero enorme en esta manzana de la
discordia, porque a pesar de que todos (Gobierno y Comunidad Académica),
comparten el deseo de tener más gente educada con calidad, ocurre que si bien esto
va de la mano con la cobertura, también impacta la asequibilidad, y por lo
tanto la oferta y la demanda. Y con la reforma se quiere imponer un modelo
educativo que a corto plazo generaría una oferta de programas académicos útiles
en la lógica del mercado global, para que la gente sometida a dicha manera de
producir demande lo que le sirva para sobrevivir. Lo que va en contravía del Estado
de derecho.
Es decir que si aún en el siglo pasado y desde una idea
liberal de la educación, el estudiante elegía estudiar lo que quería, ahora
desde la concepción neoliberal el estudiante elegirá lo que le sea útil y como
efecto a corto plazo, tendremos que desaparecerán las carreas de artes,
ciencias sociales y humanidades, ya que estas carreras no enriquecen a nadie,
pero además estos programas entendidos como saberes que atraviesan los
contenidos formativos a lo largo y ancho de la educación, dejarían de ser
necesarios y perdería sentido enseñarlos en escuelas, colegios y en las mismas
IES. Esto equivale a decir que la educación entendida como servicio público más
que como derecho, tendría sentido en la medida en que se intercambia ya no formación,
sino información por dinero.
Todavía la idea liberal de educación permite entender que
el conocimiento que adquiere un estudiante en su proceso formativo es un
beneficio para la sociedad que integrará a una persona educada y de ella
obtendrá mejores resultados no solo para la sociedad, sino además en cualquier
campo del desempeño profesional. Pero ya lo dijo el Viceministro de Educación
en contravía TV: que quien se beneficia de la educación debe pagar algo por
este servicio que le presta la sociedad.
Entre otras cosas es por esto que la autonomía
universitaria deja de ser una dinámica inherente a la construcción de la
universidad en torno al debate, al diálogo y al consenso y pasa a ser una IES
con una dinámica subordinada al mercado del servicio educativo, que determinado
por los estándares de calidad en evaluaciones realizadas por supra organismos
de vigilancia como ocurre hoy con la CONACES o el CNA, las llevaría a que entren
en la competencia del libre mercado.
En ese sentido se prevé que primero se dispare la
presencia de IES en el mercado interno, luego que desaparezcan las menos
competitivas, lo que algunos denominan la ley de quiebras, y finalmente que el
dinero quemado en estrategias de competitividad genere un descenso dramático en
la calidad de la educación.
Así desde esta noción de autonomía las IES se enfrentarán
a que sobreviva la más fuerte, y esa dinámica conduce a varios riesgos: que se
dispare el gasto excesivo en publicidad y marketing, la reducción de salarios
de la planta administrativa y docente, contratación temporal. Y dos efectos preocupantes:
que la flexibilidad de currículos ya no esté adecuada a los avatares del
contexto social, sino a las condiciones mínimas de trabajo de docentes y
administrativos, con escases de materiales en cada programa para hacerlo competitivo
con poco presupuesto, esto es: haga mucho con poco. Pero además lo que se ha entendido
como bienestar universitario pasaría a ser en la idea de responsabilidad social,
un proceso de pauperización inicialmente (entre más pobre, más derecho tiene a
recibir ayuda) y luego un proceso deficiente de auxilios escasos, cuando la
acumulación de necesidades haga que se agote la vocación de ayuda.
El tercer asunto que llama la atención en el proyecto de
reforma, es que aunque no dice que la educación se va a privatizar, y en efecto
si leemos bien y completo, en ninguna parte dice eso, es seguro que esto si
bien no será en este gobierno, deja todo listo para que sea en el próximo. Así
ocurrió con el proceso de apertura económica con efectos directos en la salud, el
empleo, la seguridad y la justicia, y ocurrirá con las reformas que vienen en
camino.
Por todo lo anterior cuando alguien dice que esos son los
problemas del modelo que se quiere imponer, entre otras cosas se refiere a que
la reforma a la ley de educación está pensada desde la idea que el libre
mercado equilibra todo luego de un proceso de tensiones, y que inevitablemente desemboca
en equilibrios del sistema. Pero en ese tira y afloje muere gente de hambre y
violencia física, se quiebran universidades y empresas nacionales, se reduce la
planta de personal y los salarios, se genera sobrecarga de trabajo y
enfermedades laborales, se hipotecan casas para pagar deudas y mucho más.
En la audiencia pública del 26 de octubre circuló la idea
de que el gobierno quiere ampliar la cobertura para que la gente acceda a la
educación como derecho, pero también la comunidad académica señaló que primero
se deben reducir las desigualdades sociales para que aumente la demanda en
lugar de aumentar la cobertura endeudando a los estudiantes y a sus familias. En
últimas es el darwinismo social que justifica que exista una cuota de sacrificio
en semejantes transformaciones. Esa cuota la ponen los más pobres.
En este sentido hay que tener en cuenta que los
estudiantes no protestan por la coyuntura de una reforma, sino porque sienten
que se les quitará su última oportunidad de inclusión social, y que si no es
así terminarán siendo parte de El baile
de los que sobran (como titula la canción de la agrupación chilena de rock
Los Prisioneros), y que terminarán pateando piedras como tantos indignados en
el mundo. Porque ya lo han dicho de muchas formas: que un país que dedique más
presupuesto para la guerra que para la educación y la salud está muy enfermo. Y
añadamos que con cada escándalo de corrupción en nuestro país, un mensaje
nocivo queda en cabeza de quienes padecemos los rigores de estas reformas, es
que las riquezas están tan mal distribuidas que nada justifica semejante
proceso de exclusión y desigualdad.
Quien consiga interpretar la reforma, es decir leerla
entre líneas, comprenderá que allí no sólo se habla de cobertura, de calidad,
de bienestar y autonomía: existe de fondo la idea que el Estado ya no es el
tutor de sus ciudadanos, o sea que ya no procura su progreso en todas las
dimensiones del ser humano, ahora es un administrador de recursos y para ello
aumenta su intervención en las libertades colectivas e individuales que algún
día conquistó la humanidad. Ahora el Estado sirve como territorio de disputa
del capital financiero.
Claro, no sabemos leer, no sabemos pensar, no sabemos:
porque ya está dado que en el
mundo los gobiernos leen y piensan desde una versión preestablecida (mas no aceptable),
a la manera de la novela Un Mundo Feliz de Aldous Huxley: la versión neoliberal,
que algún sacará a las sociedades de la angustia de pensar, de la angustia de
desear, de la angustia de inventarse el mundo todos los días.
En el prólogo a esta novela, Theodor Adorno señala que:
“En lugar de tres palabras de la Revolución Francesa se tiene la triada Community, Identity y Stability. La Community define un estadio de la comunidad en el cual todo
individuo está incondicionalmente subordinado al funcionamiento del todo, por
lo cual en el Nuevo Mundo no está ya permitida –ni siquiera es posible- una
cuestión problemática; la Identity
significa la anulación de las diferencias individuales; la Stability significa el final de toda dinámica social.” Dicho sea de
otro modo: la estática social tras la cual al fin se generaría el equilibrio y
en consecuencia la sensación general de felicidad.
Y aunque se sabe del rechazo que a menudo generan las
posiciones de cualquier miembro de la Escuela Crítica Frankfort, entre otras
cosas, por su herencia marxista, hay que decir que este movimiento estudiantil
no solo se está orientando por tal o cual ideología, se trata más bien de un
malestar cultural que se refleja en la protesta, y que toma diversos matices.
El más patente es el de la indignación en un mundo globalizado que los excluye.
Finalmente y como un reto para las sociedades contemporáneas,
en un breve ensayo titulado Nuestro Breve Siglo, Jürgen Habermas señala que “En
el proceso de globalización, la capacidad de cooperación de los egoístas
racionales se encuentra rebasada. Las innovaciones institucionales no tienen
lugar en sociedades –cuyas élites gubernamentales son capaces de tales
iniciativas- si no encuentran antes la resonancia y el apoyo en las
orientaciones valorativas reformadas de sus poblaciones. Por esta razón los
primeros destinatarios de este proyecto no pueden ser los gobiernos, sino los
movimientos sociales y las organizaciones no gubernamentales, es decir, los
miembros activos de una sociedad civil que trasciende las fronteras
nacionales.” A lo que dicho pensador agrega que esta globalización es posible
solo si se reglamenta por instancias políticas, en medio de arduas relaciones
de cooperación de los regímenes políticos y la solidaridad civil universal.
Pereira, Risaralda, Colombia.
*Comunicador social – periodista, Magister en
Comunicación Educativa, docente universitario
e investigador social. diegoleandro73@gmail.com
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