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El cine en la comunicación educativa: algunos usos en el aula.


Por Diego Leandro Marín Ossa
Docente en la Escuela de Español y Comunicación Audiovisual de la Universidad Tecnológica de Pereira

Publicado en la revista electrónica MiRatón: 
http://www.utp.edu.co/educacion/raton/antes/miraton10/textos/el%20cine%20en%20%20la%20%20comunicacion%20educativa.pdf

Los medios de comunicación se pueden usar en contextos educativos de diferentes maneras. Sin embargo se requiere de una serie de herramientas para aprovechar los usos que ofrecen, cuando los propósitos formativos involucran tales tecnologías. El lugar común en este sentido permite anunciar que todo proceso educativo requiere de otro comunicativo y que se precisa de la comunicación para hacer viable el hecho educativo. Si se mira con atención esta frase dice poco o nada de este amplio campo de estudios y resulta insuficiente el enunciado cuando se pretende reflexionar y más aún, apropiarse de elementos concretos, válidos y eficaces que permitan aprovechar sus posibilidades educativas que serían insuficientes, de no poner en práctica la mediación pedagógica, es decir que, el acompañamiento docente es requisito primordial para que acontezca el conocimiento.
Por otra parte los prejuicios que subsisten alrededor del tema, se presentan como obstáculos significativos para su estudio. Al respecto podemos mencionar algunos. Con frecuencia se asegura que el cine no es un instrumento educativo pues este no es su propósito, y se entiende semejante aseveración, si se tiene en cuenta que el llamado séptimo arte está rodeado de una suerte de halo místico, un aura que sacraliza las películas circunscritas en lo que ahora se denomina cine – arte, y que de alguna manera ubica dichas realizaciones en la noción de cultura de élites y de alta cultura. En este sentido para apreciar las obras hechas bajo esta característica, no solo se requiere de una competencia audiovisual, sino que además se exigen otras que van articuladas al proceso de ilustración al que ingresan los estudiantes a lo largo y ancho de la Escuela. En este caso, para ver cine no es necesario hacerlo bajo el influjo educativo, el público podrá sustraer aprendizajes o simplemente dejarse llevar del goce estético. Es decir que no existe mediación docente y el cine educa por sí mismo aseguran quienes siguen este dictado.
El prejuicio emerge cuando los devotos del cine ubicados en esta posición aseguran que ubicado en el aula, el medio se puede desnaturalizar, y que por ello no es posible hacer cine educativo.
Desde otra orilla, quizá más ingenua que la anterior, se asume que una película y de manera particular su relato, de alguna manera resulta ser una síntesis de contenidos, y puede servir de referente o de dispositivo para alimentar el debate al interior del aula. De allí que con frecuencia y a lo largo del período académico, el docente proyecta una o varias películas en soporte videográfico y a través del artefacto televisivo, para que los estudiantes sustraigan un aprendizaje, queden motivados para la discusión del asunto a tratar en clase o se les evalúe el desarrollo temático a partir del medio, asunto que sería interesante como complemento educativo, de no ser porque en lugar de conseguirlo y por desconocimiento del medio, el análisis se limita a lo anecdótico de la película e incluso se llegan a sustituir algunos contenidos, a cambio de la visualización más o menos consciente de los contenidos cinematográficos. A esto le llamo recepción contextualizada de lectura aleatoria y especulativa.
Para terminar, otro caso polémico se presenta cuando el medio se utiliza para realizar contenidos educativos que se pueden observar de manera patente; es así que el cine se subordina al interés y a la necesidad formativa, se instrumentaliza para el uso didáctico para el entrenamiento, el disciplinamiento y la conversión. A esto le llamo recepción contextualizada de lectura hegemónica y contralada. En este sentido cabe preguntarse ¿educar para qué?, y ¿por qué se usa el cine y no otro medio?, ¿acaso para formar seres dóciles?
Está en la historia del cine que estos usos arrojan profundos debates, enquistados entre las nociones de cultura, libertad, pedagogía y comunicación. Pero además está en la historia de la educación, que los temores alrededor de los usos educativos del cine en el aula, se centran en el papel del docente y los estudiantes frente al hecho formativo, cuyos territorios de disputa se encuentran en la familia, la Escuela y otras instituciones sociales incluyendo los medios de comunicación.
De estas tensiones los resultados son nefastos cuando el debate se queda anclado en señalar los efectos nocivos de estos cruces pragmáticos, y no se avanza en las propuestas y posibilidades tanto educativas como creativas. Quizá esta sea una de las razones de mayor peso a la hora de teorizar sobre la comunicación educativa, como si se quisiera enfatizar que esta especie de matrimonio obligatoriamente lleva a quienes asuman los medios con propósitos educativos, a adentrase en la reflexión y estudio de lo humano en sus estudiantes, en los medios y en las culturas entendidas desde un sentido amplio. Esto requiere apropiarse de las prácticas, los modelos, las teorías, los usos, los experimentos didácticos y los procesos de recepción de los usuarios en el aula y fuera de ella.
Entender estos sesgos y las posibilidades educativas alrededor del cine alimenta el debate, no lo cierra; transforma las nociones que se tiene frente al eje cine – educación, no las impone; permite dialogar entre pares y facilita el desarrollo de investigaciones en este campo de estudios. Las aproximaciones analíticas, entre tantas otras formas de asumir la educación con la imagen, son un punto de partida para lo que yo denomino recepción contextualizada de lectura crítica y propositiva del medio.

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